B.A.A.
LECCIONES
No era un fantasma quien surgió entre la niebla, sino una guapa mujer empujando un carrito de bebé. Estábamos junto al Támesis, en Richmond, en un día de marea alta y agua hasta los tobillos, donde los Tudor residieron en el siglo XVI, y trataba inútilmente de instruir a mi hijo, de 13 años, en su primer viaje a Londres. Él sólo tenía ojos y oídos para su móvil. Ni la oscuridad ni la neblina que nos envolvían cada vez más parecían impresionarle. Al aproximarse la joven madre le dirigí una sonrisa, y miré hacia el carrito donde un bebé amordazado tenía los ojos anegados en lágrimas. La mujer me estaba apuntando con un revolver. Por suerte mi hijo, ajeno a todo, hablaba de fútbol con un amigo. Aterrorizado, la vi alejarse sin percatarme de que en un excelente inglés mi chaval estaba avisando a la policía. Hasta había sacado una foto de la sospechosa.